Por: Ann Avery, médica de enfermedades infecciosas de Metrohealth Medical Center.
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Si te han diagnosticado VIH, lo primero que tienes que saber ahora mismo es que no estás solo. Médicos, enfermeras, trabajadores sociales... todos quieren ayudarte. Es lo que hacen.
Científicos de todo el mundo trabajan cada día para encontrar nuevas formas de tratar la infección por VIH. En tu ciudad se han formado grupos de apoyo para ayudar a personas como tú a vivir con el diagnóstico.
Incluso hay revistas llamadas Poz, Positively Aware y HIV Plus que están llenas de historias útiles e inspiradoras de personas que viven con un diagnóstico de VIH.
Pero seamos realistas: descubrir que tienes VIH te cambia la vida. Aunque puedes vivir una vida larga y sana con el VIH, sigue dando miedo y puede hacerte sentir muchos sentimientos incómodos: la tristeza, la ira y la ansiedad son bastante comunes al principio. Cualquier sentimiento complicado que sientas es probablemente completamente normal y esperable.
Aun así, ¡un diagnóstico positivo no tiene por qué arruinarte la vida! Con la detección precoz y el tratamiento, la mayoría de las personas que viven con el VIH llevan una vida larga y sana y hacen todo lo posible por cumplir sus sueños. Las personas que viven con el VIH pueden tener carreras increíbles, relaciones amorosas y pueden tener bebés sanos. El tratamiento del VIH puede ser tan fácil como tomar una pastilla una vez al día, pero lo difícil es enfrentarse a los aspectos emocionales de descubrir que vives con el VIH. Por desgracia, nuestra sociedad puede juzgar y estigmatizar mucho a las personas seropositivas.
Entonces, ¿qué debes hacer ahora?
Respira. Descubrir que tienes VIH puede ser abrumador. Tómate unos días para ser amable contigo mismo y mentalizarte. Si te estás asustando, no te preocupes: todo el mundo lo hace cuando se entera. Pero intenta estar lo más tranquilo y racional que puedas y decídete a luchar contra tu infección por VIH. Hay gente dispuesta a ayudarte.
Busca un especialista en VIH para que te trate. Cuanto antes empieces el tratamiento, mejor. Los médicos especializados en VIH conocen el ciclo vital del virus y pueden recetarte fármacos antirretrovirales que pueden ayudar a tu organismo a luchar contra la infección. Recuerda: los medicamentos contra el VIH deben tomarse todos los días, sin excepciones.
Cuéntaselo a una persona en la que confíes de verdad. Decir las palabras «tengo VIH» es muy difícil al principio. Así que tienes que practicar con alguien en quien confíes de verdad. Prepárate para que algunas personas puedan reaccionar mal. No todo el mundo comprende que el VIH puede tratarse y controlarse y que los seropositivos pueden tener vidas normales con familia, trabajo y un futuro. Alguien que te quiera de verdad y te cubra las espaldas te ofrecerá un torrente de amor y apoyo. Necesitas a alguien que te ayude a aligerar tu carga: descubrir que tienes el VIH puede ser una carga pesada para llevarla solo.
Busca un grupo de apoyo. La mayoría de las ciudades tienen grupos de apoyo donde la gente se reúne y se ayuda mutuamente a abrirse camino viviendo con el VIH. Por desgracia, ser seropositivo sigue siendo un estigma social. Los grupos de apoyo pueden ser como un oasis del mundo exterior.
Ponte a salvo. Averigua todo lo que puedas sobre cómo se transmite el VIH. Si eres sexualmente activo, utiliza un preservativo (y úsalo correctamente). La Free Clinic ofrece un programa de canje de agujas; trae una aguja usada y recibe una limpia.
Si consumes drogas con agujas, deja de compartirlas. No hay excusas. Si vuelves a compartirlas, propagarás el VIH y es posible que tengas más VIH en el torrente sanguíneo.
Si estás embarazada o eres madre lactante, infórmate sobre cómo evitar transmitir el VIH a tu bebé.
Has llegado hasta aquí. Eso demuestra que eres lo suficientemente fuerte como para afrontar este reto. No será fácil. Pero centrará tu mente en lo que quieres hacer con tu vida.
Algunas personas descubren que el diagnóstico de seropositividad las hace aún más fuertes, lo suficiente como para mejorar sus vidas y controlar sus destinos de una forma que nunca pudieron hacer antes de que se les diagnosticara.